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BIENVENIDOS

Bienvenidos a nuestro mundo secreto de los sueños, en donde podrás
encontrar recursos para hacer volar la imaginación de los niños.


viernes, 7 de noviembre de 2008

Canciones "Los alimentos"

LOS ALIMENTOS

Arroz con leche

Arroz con leche
Me quiero casar
Con una mujer
Que sepa leer,
Que sepa escribir,
Que sepa la tabla de dividir.





Chocolate molinillo

Chocolate molinillo
Corre corre
Que te pillo
Cataplum

Cacahuete cucurucho
Come come
Que me ducho
Come come
Cataplum


Peix, peixet

Peix, peixet
De la canya,
De la cany,
Peix, peixet,
De la canya,
Al sarronet

Esta presentación nos la aportó un docente y nos gustaría compartirla con todos vosotros para que conozcáis un poco lo que es la tradición oral y su importancia


Recopilaci¾n de Tradici¾n Oral y Unidad Didßctica
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Doy al cielo resplandores

cuando cesa de llover

abanico de colores

que jamás podrás coger

( El arco iris)


Caminar es su destino

y yendo de casa en casa,

de su valija de cuero

saca paquetes y cartas.

(El cartero)





De aquí al domingo seis pasos,

seis cielos que veo pasar,

seis mañanas, seis ocasos

¿Cómo me debo llamar?

(Día lunes)






Blanco soy como la nieve,

me consiguen de una caña,

aunque soy del otro mundo,

ahora ya, nazco en España.

(El azúcar)





LOS NÚMEROS

El cero es un rosco

que dice ¡cómeme!

El uno es un soldado

con una gran nariz

El dos es un patito

nadando en una charca

El tres es un gusano

que trabaja en el circo

El cuatro es una silla

puesta boca abajo

El cinco es un policía

un poquito barrigón

El seis es una guinda

con un largo rabito

El siete es una pista

de un coche de juguete

El ocho son las gafas

buscando una nariz

El nueve es un globito

que tienes que coger

La araña Maricarmen

La araña Maricarmen,

¡una araña muy lista!,

teje una tela rosa

para cazar moscas.

Vive en la pared,

en un agujero

a resguardo del viento

que es traicionero.

No tiene amigas,

no tiene tiempo,

pasa todo el rato

tejiendo y tejiendo.

La mosca zumbona,

algo despistada,

piensa que es chicle

y la tela atrapa.

Sufre un sobresalto

cuando se da cuenta

que es ella, por tonta,

la que es atrapada.

El coche viejecito


Es un coche viejecito,

aparcado en un rincón,

que duerme solo la siesta

cuando "pega" fuerte el sol.

¿Quién se asoma a la ventana?

¿esos ojos de quién son?,

¡anda! pero si es un conejo,

arráscame, ¡por favor!

El perro que ve la escena

ladra y corre muy contento,

quiere que le permitan

dormir en el suave asiento.

Un palomo mensajero

con una carta en el pico,

estornuda sobre un faro,

¡vaya! ¡se ha resfriado!.

La araña Valentina, que en

un rincón se ha instalado,

le tejerá una bufanda,

de algodón muy bien hilado.

Una abeja muy zumbona

entra con mucho revuelo,

¡cuidadito!, ¡no nos piques!,

¡mira que no te queremos!.

Un gato muy avispado

ha encontrado la ocasión,

de hacer nuevos amigos

y aprovechar un rincón.

Dos hormigas despistadas

corretean por el suelo,

¿será posible?, ¡señores!,

¿no encontrar el agujero?.

El coche está muy contento

de no encontrarse solito
y llora dando las gracias
por tener tantos amigos.


Mamá Gallina

Una gallina muy loca,

que alborota en el corral,

ha perdido su huevito

y no sabe donde está.

consigue el dibujo

Esto es muy raro,

nunca ha ocurrido,

yo tengo que descubrir

que le ha pasado al huevito.

Se dirige al gallinero,

hecha un vistazo en el nido,

y descubre con sorpresa

todo lo que ha ocurrido.

consigue el dibujo

El huevito ha madurado

y ha nacido un pollito,

y como es tan pequeño

del nido se había caído.

Corretea por los nidos,

pregunta aquí y allá,

¿quién ha visto su huevito?

¿su huevito donde está ?


El gallo que es detective,

sopesa la situación,

¿como ha podido perderse

ese huevito en cuestión?.

Esto es muy raro,

nunca ha ocurrido,

yo tengo que descubrir

que le ha pasado al huevito.

Se dirige al gallinero,

hecha un vistazo en el nido,

y descubre con sorpresa

todo lo que ha ocurrido.

consigue el dibujo

El huevito ha madurado

y ha nacido un pollito,

y como es tan pequeño

del nido se había caído.

Cuento del emperador



EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR




Érase una vez un emperador muy vanidoso a quien le encantaban los finos ropajes. Gastaba la mayor parte de su tiempo y mucho dinero en espléndidos trajes nuevos. El emperador descuidaba por completo los asuntos de su gobierno y sólo le interesaba aparecer en público para lucir sus nuevos trajes y sombreros.

Un día llegaron a la ciudad dos estafadores y decidieron sacar partido de la afición exagerada del emperador.-Tengo un plan con el que nos volveremos ricos en poco tiempo -dijo uno de ellos.


Las puertas del palacio estaban abiertas para los tejedores y sastres de todos los rincones de la tierra. En poco tiempo, los dos estafadores tuvieron audiencia con el emperador.

-Somos tejedores de un país muy lejano y fabricamos la tela más hermosa que se pueda imaginar su Excelencia -dijeron los falsos tejedores, mientras el emperador escuchaba con sumo interés-. Los colores son majestuosos y el diseño es inigualable.


-Esta tela -continuaron diciendo-, tiene la propiedad de ser invisible para todo aquel que sea tonto y no esté a la altura de su puesto.

"Una tela así me sería muy útil", pensó el emperador. "Así podré saber cuáles de mis ministros no están a la altura de sus cargos."

Sin pensar más, el emperador le ordenó a su primer ministro entregarles a los tejedores el dinero necesario, así como la seda y los hilos de oro, para que empezaran el trabajo de inmediato.

Los dos estafadores se pusieron manos a la obra. Alquilaron un telar y un gran taller, y se instalaron con toda comodidad. Cada vez que alguien iba a verlos, fingían trabajar arduamente.Por supuesto, no estaban tejiendo nada. Todos los días escondían un poco de seda y de hilos de oro, y se pasaban el tiempo comiendo y bebiendo.

Entretanto, el emperador se deleitaba pensando en su maravilloso traje nuevo.

"Me pregunto cómo irá el trabajo de esos tejedores", pensaba. No estaba muy seguro de ir a ver la tela por sí mismo, pues lo inquietaban sus poderes mágicos… ¡Claro que eso no debía preocuparle en lo más mínimo!

-¡Ya sé! -exclamó el emperador-. Enviaré a mi primer ministro. Él no es ningún tonto y está a la altura de su cargo. La tela no será invisible para él. El emperador mandó llamar a su primer ministro y le pidió un reporte detallado sobre la elaboración de la tela. Ya toda la ciudad se había enterado de la fabricación de la maravillosa tela. El primer ministro, que era un hombre sensato, decidió ir solo a supervisar el trabajo de los tejedores.

"No soy estúpido y sé muy bien que soy apto para mi cargo, pero es mejor tomar precauciones".

Los falsos tejedores recibieron muy amablemente al primer ministro. Uno de ellos levantaba los brazos en el aire, como si estuviera sosteniendo la tela, y hablaba de sus magníficos colores. El otro movía las manos sobre el telar, fingiendo entrelazar los hilos. Sin embargo, el pobre primer ministro ¡no veía absolutamente nada!"¿Me habré vuelto estúpido?" se preguntó preocupado.El primer ministro regresó al palacio.-Su Excelencia -dijo en tono solemne-. Jamás había visto nada igual.El emperador estaba escuchando impaciente. -Bueno, pues dime cómo es.

-Hemm... su Excelencia.... los colores son exquisitos, como un hermoso atardecer: azul, rosado, malva y dorado. El diseño es muy elaborado… como un jardín, con delicadas flores, árboles majestuosos y límpidos arroyos. ¡Estoy sorprendido de la habilidad de esos tejedores!

Al cabo de unos días, los embaucadores le pidieron más dinero al primer ministro. En el fondo de su corazón, él sabía que algo no andaba bien, pero le daba temor confesar que no veía la tela. Así pues, accedió a enviarles más dinero.

Al día siguiente, los sirvientes del emperador fueron al taller de los falsos tejedores a dejarles tanto el dinero que pedían como más hilos de oro. Los estafadores estaban encantados.

La impaciencia del emperador aumentaba cada día más. Esta vez decidió enviar a uno de sus cortesanos de confianza a supervisar el trabajo de los tejedores. La sorpresa del cortesano al ver el telar vacío fue total. Sin embargo, para que los tejedores no pensaran que era un tonto, se acercó al telar e hizo como si examinara cuidadosamente la tela.

Cuando regresó al palacio del emperador, no quiso revelar su incapacidad para ver la tela. No quería exponerse a que lo considerasen estúpido. Entonces, alabó la tela e hizo una magnífica descripción que complació al emperador. Por fin, el emperador decidió ir a ver la tela con sus propios ojos. Los estafadores lo recibieron con grandes venias.

El emperador no salía de su asombro: ¡No podía ver la tela!-Toque esta tela, su Excelencia -decían los falsos tejedores-. Es de una suavidad y una delicadeza indescriptibles.-Hemm... sí, claro, claro, muy suave -dijo el emperador-. Es un trabajo absolutamente maravilloso.

El día de la prueba del traje llegó por fin. El emperador esperaba pacientemente en ropa interior mientras los estafadores hacían como si estuvieran probándole al emperador el famoso traje. Los cortesanos, reunidos en torno a él, alababan la calidad del diseño y la hermosura de los colores.

-¡Su Excelencia debería lucir este traje en la procesión de mañana! -dijo alguien.Al día siguiente, los estafadores le ayudaron al emperador a ponerse el traje. Con todo cuidado, le alcanzaban cada prenda y él, con el mismo cuidado, hacía lo mejor para ponérsela.-¿Me veo bien? -preguntaba con nerviosismo el emperador, al tiempo que se miraba en el espejo.-¡Oh, sí, su Excelencia! -todos exclamaban, con una sonrisa de oreja a oreja.

El emperador desfiló por toda la ciudad. La gente comentaba con admiración la delicadeza y vistosidad de las prendas. Nadie quería pasar por tonto. De repente, un niño gritó:-¡Pero si el emperador está desnudo!Todo el mundo empezó a reírse a carcajadas.

El emperador se sentía muy avergonzado, pues sabía que la gente tenía razón. A pesar de todo, siguió caminando con la cabeza muy erguida, resuelto a no admitir en público su estupidez. Por su parte, los astutos estafadores en otro lugar, disfrutaban de la inmensa fortuna.


FIN




Este texto está sacado de esta página web www.yosipuedo.gov/kidszone/bedtime/littletin.html
Tiene muchos cuentos infantiles y es muy interesante.

Al igual que con el texto anterior os vamos a colgar una parte de los dibujos sobre este cuento.



http://www.youtube.com/watch?v=5DjIG5OVm2g&feature=related




Cuento


El intrépido soldadito de plomo.



Hans Christian Andersen.



Éranse una vez veinticinco soldados de plomo, todos hermanos, pues los habían fundido de una misma cuchara vieja. Llevaban el fusil al hombro y miraban de frente; el uniforme era precioso, rojo y azul. La primera palabra que escucharon en cuanto se levantó la tapa de la caja que los contenía fue: «¡Soldados de plomo!». La pronunció un chiquillo, dando una gran palmada. Eran el regalo de su cumpleaños, y los alineó sobre la mesa. Todos eran exactamente iguales, excepto uno, que se distinguía un poquito de los demás: le faltaba una pierna, pues había sido fundido el último, y el plomo no bastaba. Pero con una pierna, se sostenía tan firme como los otros con dos, y de él precisamente vamos a hablar aquí.
En la mesa donde los colocaron había otros muchos juguetes, y entre ellos destacaba un bonito castillo de papel, por cuyas ventanas se veían las salas interiores. Enfrente, unos arbolitos rodeaban un espejo que semejaba un lago, en el cual flotaban y se reflejaban unos cisnes de cera. Todo era en extremo primoroso, pero lo más lindo era una muchachita que estaba en la puerta del castillo. De papel también ella, llevaba un hermoso vestido y una estrecha banda azul en los hombros, a modo de fajín, con una reluciente estrella de oropel en el centro, tan grande como su cara. La chiquilla tenía los brazos extendidos, pues era una bailarina, y una pierna levantada, tanto, qué el soldado de plomo, no alcanzando a descubrirla, acabó por creer que sólo tenía una, como él.
«He aquí la mujer que necesito -pensó-. Pero está muy alta para mí: vive en un palacio, y yo por toda vivienda sólo tengo una caja, y además somos veinticinco los que vivimos en ella; no es lugar para una princesa. Sin embargo, intentaré establecer relaciones».
Y se situó detrás de una tabaquera que había sobre la mesa, desde la cual pudo contemplar a sus anchas a la distinguida damita, que continuaba sosteniéndose sobre un pie sin caerse.
Al anochecer, los soldados de plomo fueron guardados en su caja, y los habitantes de la casa se retiraron a dormir. Éste era el momento que los juguetes aprovechaban para jugar por su cuenta, a "visitas", a "guerra", a "baile"; los soldados de plomo alborotaban en su caja, pues querían participar en las diversiones; mas no podían levantar la tapa. El cascanueces todo era dar volteretas, y el pizarrín venga divertirse en la pizarra. Con el ruido se despertó el canario, el cual intervino también en el jolgorio, recitando versos. Los únicos que no se movieron de su sitio fueron el soldado de plomo y la bailarina; ésta seguía sosteniéndose sobre la punta del pie, y él sobre su única pierna; pero sin desviar ni por un momento los ojos de ella.
El reloj dio las doce y, ¡pum!, saltó la tapa de la tabaquera; pero lo que había dentro no era rapé, sino un duendecillo negro. Era un juguete sorpresa.
-Soldado de plomo -dijo el duende-, ¡no mires así!
Pero el soldado se hizo el sordo.
-¡Espera a que llegue la mañana, ya verás! -añadió el duende.
Cuando los niños se levantaron, pusieron el soldado en la ventana, y, sea por obra del duende o del viento, se abrió ésta de repente, y el soldadito se precipitó de cabeza, cayendo desde una altura de tres pisos. Fue una caída terrible. Quedó clavado de cabeza entre los adoquines, con la pierna estirada y la bayoneta hacia abajo.
La criada y el chiquillo bajaron corriendo a buscarlo; mas, a pesar de que casi lo pisaron, no pudieron encontrarlo. Si el soldado hubiese gritado: «¡Estoy aquí!», indudablemente habrían dado con él, pero le pareció indecoroso gritar, yendo de uniforme.
He aquí que comenzó a llover; las gotas caían cada vez más espesas, hasta convertirse en un verdadero aguacero. Cuando aclaró, pasaron por allí dos mozalbetes callejeros.
-¡Mira! -exclamó uno-. ¡Un soldado de plomo! ¡Vamos a hacerle navegar! Con un papel de periódico hicieron un barquito, y, embarcando en él. al soldado, lo pusieron en el arroyo; el barquichuelo fue arrastrado por la corriente, y los chiquillos seguían detrás de él dando palmadas de contento. ¡Dios nos proteja! ¡y qué olas, y qué corriente! No podía ser de otro modo, con el diluvio que había caído. El bote de papel no cesaba de tropezar y tambalearse, girando a veces tan bruscamente, que el soldado por poco se marea; sin embargo, continuaba impertérrito, sin pestañear, mirando siempre de frente y siempre arma al hombro.
De pronto, el bote entró bajo un puente del arroyo; aquello estaba oscuro como en su caja.
-«¿Dónde iré a parar? -pensaba-. De todo esto tiene la culpa el duende. ¡Ay, si al menos aquella muchachita estuviese conmigo en el bote! ¡Poco me importaría esta oscuridad!».
De repente salió una gran rata de agua que vivía debajo el puente.
-¡Alto! -gritó-. ¡A ver, tu pasaporte!
Pero el soldado de plomo no respondió; únicamente oprimió con más fuerza el fusil.
La barquilla siguió su camino, y la rata tras ella. ¡Uf! ¡Cómo rechinaba los dientes y gritaba a las virutas y las pajas:
-¡Detenedlo, detenedlo! ¡No ha pagado peaje! ¡No ha mostrado el pasaporte!
La corriente se volvía cada vez más impetuosa. El soldado veía ya la luz del sol al extremo del túnel. Pero entonces percibió un estruendo capaz de infundir terror al más valiente. Imaginad que, en el punto donde terminaba el puente, el arroyo se precipitaba en un gran canal. Para él, aquello resultaba tan peligroso como lo sería para nosotros el caer por una alta catarata.
Estaba ya tan cerca de ella, que era imposible evitarla. El barquito salió disparado, pero nuestro pobre soldadito seguía tan firme como le era posible. ¡Nadie podía decir que había pestañeado siquiera! La barquita describió dos o tres vueltas sobre sí misma con un ruido sordo, inundándose hasta el borde; iba a zozobrar. Al soldado le llegaba el agua al cuello. La barca se hundía por momentos, y el papel se deshacía; el agua cubría ya la cabeza del soldado, que, en aquel momento supremo, se acordó de la linda bailarina, cuyo rostro nunca volvería a contemplar. Le pareció que le decían al oído:
«¡Adiós, adiós, guerrero! ¡Tienes que sufrir la muerte!».
Se desgarró entonces el papel, y el soldado se fue al fondo, pero en el mismo momento se lo tragó un gran pez.
¡Allí sí se estaba oscuro! Peor aún que bajo el puente del arroyo; y, además, ¡tan estrecho! Pero el soldado seguía firme, tendido cuán largo era, sin soltar el fusil.
El pez continuó sus evoluciones y horribles movimientos, hasta que, por fin, se quedó quieto, y en su interior penetró un rayo de luz. Se hizo una gran claridad, y alguien exclamó:
-¡El soldado de plomo!
El pez había sido pescado, llevado al mercado y vendido; y, ahora estaba en la cocina, donde la cocinera lo abría con un gran cuchillo. Cogiendo por el cuerpo con dos dedos el soldadito, lo llevó a la sala, pues todos querían ver aquel personaje extraño salido del estómago del pez; pero el soldado de plomo no se sentía nada orgulloso. Lo pusieron de pie sobre la mesa y -¡qué cosas más raras ocurren a veces en el mundo!- se encontró en el mismo cuarto de antes, con los mismos niños y los mismos juguetes sobre la mesa, sin que faltase el soberbio palacio y la linda bailarina, siempre sosteniéndose sobre la punta del pie y con la otra pierna al aire. Aquello conmovió a nuestro soldado, y estuvo a punto de llorar lágrimas de plomo. Pero habría sido poco digno de él. La miró sin decir palabra.
En éstas, uno de los chiquillos, cogiendo al soldado, lo tiró a la chimenea, sin motivo alguno; seguramente la culpa la tuvo el duende de la tabaquera.
El soldado de plomo quedó todo iluminado y sintió un calor espantoso, aunque no sabía si era debido al fuego o al amor. Sus colores se habían borrado también, a consecuencia del viaje o por la pena que sentía; nadie habría podido decirlo. Miró de nuevo a la muchacha, se encontraron las miradas de los dos, y él sintió que se derretía, pero siguió firme, arma al hombro. Se abrió la puerta, y una ráfaga de viento se llevó a la bailarina, que, cual una sílfide, se levantó volando para posarse también en la chimenea, junto al soldado; se inflamó y desapareció en un instante. A su vez, el soldadito se fundió, quedando reducido a una pequeña masa informe. Cuando, al día siguiente, la criada sacó las cenizas de la estufa, no quedaba de él más que un trocito de plomo en forma de corazón; de la bailarina, en cambio, había quedado la estrella de oropel, carbonizada y negra.

FIN

Éste es el cuento del soldadito de plomo en dibujos animados pero como no cabía el cuento entero en esta entrada hemos puesto una parte de 3 pero si entrais a esta dirección podréis ver las siguientes partes. Esperamos que os guste. http://www.youtube.com/watch?v=WkvJsMBKXPg&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=fn-pyqxnQ9Y&feature=related


La Bella y la Bestia




Érase una vez... un mercader que, antes de partir para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: "Me bastará una rosa cortada con tus manos."

El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un castillo iluminado. "Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo.

Entró decidido y siguió llamando. En el salón principal había una mesa iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para la cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato, decidió sentarse a la mesa; con el hambre que tenía consumió en breve tiempo una suculenta cena. Después, todavía intrigado, subió al piso superior. A uno y otro lado de un pasillo largísimo, asomaban salones y habitaciones maravillosos. En la primera de estas habitaciones chisporroteaba alegremente una lumbre y había una cama mullida que invitaba al descanso. Era tarde y el mercader se dejó tentar; se echó sobre la cama y quedó dormido profundamente. Al despertar por la mañana, una mano desconocida había depositado a su lado una bandeja de plata con una cafetera humeante y fruta.

El mercader desayunó y, después de asearse un poco, bajó para darle las gracias a quien generosamente lo había hospedado. Pero al igual que la noche anterior, no encontró a nadie y, agitando la cabeza ante tan extraña situación, se dirigió al jardín en busca de su caballo que había dejado atado a un árbol, cuando un hermoso rosal atrajo su atención. Se acordó entonces de la promesa hecha a Bella, e inclinándose cortó una rosa. Inesperadamente, de entre la espesura del rosal, apareció una bestia horrenda que iba vestida con un bellísimo atuendo; con voz profunda y terrible le amenazó: " ¡Desagradecido! Te he dado hospitalidad, has comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de agradecimiento, ¿vas y robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu falta de consideración!"

El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera: ¡Perdóname!¡Perdóname la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!" La bestia retiró su garra del desventurado. " Te dejaré marchar con la condición de que me traigas a tu hija." El mercader, asustado, prometió obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader llegó a casa llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero después de haberles contado su terrorífica aventura, Bella lo tranquilizó diciendo: " Padre mío, haré cualquier cosa por ti.

No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida! ¡Acompáñame hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!" El padre abrazó a su hija: "Nunca he dudado de tu amor por mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que después..." De esta manera, Bella llegó al castillo y la Bestia la acogió de forma inesperada: fue extrañamente gentil con ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía menos repulsión. Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibió sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación.

Los días pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué responder. Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la vida de su padre. "¡No puedo aceptar!" empezó a decirle la muchacha con voz temblorosa,"Si tanto lo deseas..." "Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu negativa." La vida siguió como de costumbre y este incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un día la Bestia le regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder. Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres más queridos.

Al regalárselo, el monstruo le dijo: "De esta manera tu soledad no será tan penosa". Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico. "¿Qué sucede?" quiso saber el monstruo. "¡ Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh! Desearía tanto poderlo ver por última vez!" "¡Imposible! ¡Nunca dejarás este castillo!" gritó fuera de sí la Bestia, y se fue. Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella: "Si me prometes que a los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre." ¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija devota." le agradeció Bella feliz. El padre, que estaba enfermo más que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue recuperando.

Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de la cama curado. Bella era feliz y se olvidó por completo de que los siete días habían pasado desde su promesa. Una noche se despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola: "¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!" Fuese por mantener la promesa que había hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente. "¡Corre, corre caballito!" decía mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo..Al llegar al castillo subió la escalera y llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó al jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta. Bella se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo: "No te mueras! No te mueras! Me casaré contigo!"

Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un hermoso joven. "¡Cuánto he esperado este momento! Una bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi apariencia normal. Se celebró la boda, y el joven príncipe quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo rosas en el jardín. He aquí porqué todavía hoy aquel castillo se llama "El Castillo de la Rosa".


FIN